Fundación
Caja Rural de Granada presenta en la Sala Zaida ‘El verso de Hipsípila’, la
última obra de Aixa Portero que desde hoy y hasta el próximo 14 de febrero
permanecerá abierta al público de lunes a sábado, de 18 a 21 horas.
La metamorfosis
de la mariposa le sirve a Portero para hablar del concepto de transformación
del ser humano ‘’La vida a veces es una suerte de obstáculos, de creencias culturales,
que cuando se desmoronan la crisálida sale a flote y emerge desde aquello más
sumergido para desplegar sus alas. Las realidades no deben estar
metamorfoseadas, son las nuestras. La muda es constante en nuestro ser, sea
para crecer o envejecer… El cuerpo muda su ser. El ser puede muda su yo. Y de
su raíz brotan esas alas de transformación”, explica la artista.
‘El verso de Hipsípila’ nace de una eclosión de
encuentros imperfectos, ‘’de raíces que brotan de crisálidas”. La mariposa,
metáfora de esa transformación, está representada en la muestra a través de
fotografías en blanco y negro impresas en papel kozo japonés, de cuadros
escultura con delicados tules de novia que recrean el sutil movimiento de unas
alas, alfileres, raíces naturales, pasta cerámica, hilo, pintura, un video y
libros con poemas de la propia artista, “que se rescriben, reinventan y vuelan
desde su raíz como mariposas en libertad”.
La exposición alude al mito de una heroína griega que salvó
a su padre de la muerte cuando las mujeres de Lemnos decidieron asesinar a
todos los hombres, porque les habían sido infieles. Hipsípila, como la
mariposa, quiso reinventarse, tomando esa decisión. Rubén Darío rescató para su
obra la leyenda de esta ninfa, símbolo del alma, que se liberó de sus ataduras,
huyendo de una realidad adversa. Por eso, el verso del poeta “¡Oh quién fuera
Hipsípila que dejó la crisálida!” está presente en la muestra como elemento sintetizador
de todo el discurso expositivo.
Aixa Portero
(Málaga, 1975)
Artista
formada en Artes plásticas ( Pintura y Escultura) en la Facultad de Bellas
Artes de Granada, terminó sus estudios de licenciatura en el Sint Lukas Hoger
Instituut de Bruselas (Bélgica) y continuó una amplia formación en el
extranjero donde realizó un Tercer Ciclo de Perfeccionamiento en Investigación
Plástica en L’Ecole Supérieure d’Art Visuel de Genève (ESAV), Ginebra (Suiza),
posteriormente hizo un Programa de Postgrado de Piet Zwart Institute, Fine Art
Programme de la Willem de Kooning
Academy, Rotterdam (Holanda) y fue artista nvestigadora en la University of
California de San Diego, en el Departamento de Visual Arts, (EEUU), en los que
desarrolló una buena parte de su investigación que daría como fruto una tesis
doctoral en 2006, con mención europea por la Universidad de Granada y una obra
plástica en la que destaca casi una decena de exposiciones individuales y una treintena
de colectivas a nivel nacional e
internacional. Ha expuesto en lugares como Bruselas, Ginebra, Rotterdam, San
Diego, Los Ángeles o París. Granada es su ciudad de adopción y es donde más
exposiciones individuales ha realizado, siendo esta la cuarta que realiza en
esta ciudad.
Es además
profesora de Bellas Artes de la Universidad de Granada, de la que fue elegida
madrina de promoción el curso pasado y es miembro del Instituto de la Paz y los Conflictos de esta
universidad. Su obra giró durante un tiempo sobre el concepto de
Trans-Apariencia, donde investigaba qué hay más allá de la fragmentación y la apariencia, desde una poética
introspección para luego centrarse en torno a la caracterización de la violencia
como concepto y emoción, insertados, manifestados y ejercidos en medio de las
relaciones sociales; enfocados, también de forma fragmentada, bajo el prisma de
la sublimación y la emoción. Aixa Portero a la hora de abordar sus propuestas
genera la sencillez en cuanto a la materialización y visualización de las
diferentes piezas. Suelen ser formas francas y arriesgadas, materializadas
mediante el uso de nuevas formas expositivas y tecnológicas, donde esta artista
suele combinar el arte objetual, la fotografía, la instalación, la pintura o las
nuevas tecnologías. Actualmente la
propuesta que realiza vuelve a retomar
sus raíces, ahondando en la poesía, buscando su siempre deseada Trans-Apariencia,.
El verso de Hipsípila, de Aixa Portero
La crisálida como reinvención, da alas
Fernando Francés
Una de las
mejores lecciones que se pueden aprender en la vida, ésas que no vienen
escritas en los libros de instrucciones de cómo ser mejor persona, más feliz o
incluso cómo tener más éxito, una de esas cosas que sólo pueden aprenderse desde
la experiencia personal y la sabiduría que otorga la madurez, tiene que ver con
la capacidad de reinventarse. De ello ha hablado y escrito con maestría sin
par, mi admirado amigo Mario Alonso Puig con un éxito inigualable. Reinventarse
es una capacidad que el ser humano debe explorar desde su más profunda voluntad
para superar las dificultades y las trampas que le esperan en cada esquina. Y
se adquiere esa habilidad cuando se alcanzan estados superiores de conciencia,
creatividad y control interior. Reinventarse supone aceptar situaciones, ser
consciente de la realidad y tener la voluntad de cambiar las cosas y no caben
excusas del tipo aún no estoy preparado o tal cosa es imposible para mi en tal
o cual circunstancia. El ser humano posee más fuerza que cualquier otro ser
sobre la tierra y la más poderosa de todas es la creatividad sumamente
vinculada a la curiosidad. También en la naturaleza existen símiles, por no
definirlos como especies, que mutan para alcanzar desde la madurez, la
libertad.
La crisálida
se podría definir como una suerte de sarcófago, de castillo protector, donde se
refugia la oruga de la mariposa y se desarrolla la metamorfosis, como el
escenario de una batalla donde se producen transformaciones que convierten a la
oruga, un insecto miserable y depredador, en uno de los seres más bellos del
planeta. Un proceso que transforma a la bestia en la bella. Dotándole de alas y
dándole la libertad. Hay una gran similitud entre el proceso de metamorfosis y
el de reinvención. En ambos se produce un cambio que permite la adaptación a
nuevas circunstancias.
La vida está
llena de momentos en los que tomar decisiones depende de la capacidad de
reinventarse como la mariposa. Ésa fue una constante de Hipsípila a lo largo de
toda su vida, desde el momento en el que salvó a su padre de la muerte, cuando
las mujeres de Lemnos decidieron asesinar a todos los hombres cuando éstos les
fueron infieles. La capacidad de superación, de sobrevivir, de evolucionar es
una singularidad que nos hace libres pero que al tiempo genera miedo,
perturbación y controversia como sucedió en el mismo entorno de Gregor Samsa
después de su metamorfosis.
Hay circunstancias en la vida que requieren una
encapsulación para superar un momento determinado crítico. Las incubadoras de
los neonatos sirven como la crisálida para superar una situación delicada.
Momentos que luego, a lo largo de la vida, la mente recuerda con intención
curativa, activando mecanismos propios de la vacunación.
Y es después de romper la estructura de la crisálida
cuando la libertad permite la belleza y cuando la creatividad abre nuevos
horizontes basados en la poesía y el compromiso. Toda fractura deja huellas,
cicatrices. Reinventar un poema insertando un verso, nuevo y ajeno, detrás de
cada uno original es también una forma de transformación de la suerte echada
que facilita el proceso de metamorfosis del artista. Éste se reinventa con el
proceso creativo autobiográfico y el arte adquiere esa capacidad curativa a la
que me refería anteriormente. Es también un proceso similar a la catarsis. La
última obra de Aixa Portero es consecuencia de un maratón con obstáculos, de
una batalla contra la adversidad. Quizá de ahí que sus poemas acumulen tanta
intensidad que duelen, que sus crisálidas contenidas en estrechas cajas donde
la obra se ve intencionadamente comprimida recuerden aquel momento del neonato
con dificultades para sobrevivir, quizá sus libros abiertos aparenten
transparencia aunque es su verdadera intención que el resto de las páginas no
contengan palabra alguna o las letras se hayan caído como hojas de otoño.
El escenario global del arte actual nos ha acostumbrado a
admirar al artista comprometido con los aspectos sociales, políticos y
culturales, con los derechos humanos, con las enfermedades endémicas del mundo
como la guerra, el sometimiento de la mujer, el hambre o la soledad. Pero cada
día más, empiezo a valorar de la misma manera y echo en falta que no se
generalice esta satisfacción, a los artistas que se comprometen con su propia
vida. Que optan por la autobiografía en vez de la crónica, en su obra.
Indudablemente el compromiso con uno mismo requiere una capacidad de madurez
mucho más desarrollada porque la obra desnuda al artista, pone de manifiesto
sus debilidades y superaciones, sus miedos. Pero al tiempo, el mero hecho de
enfrentarse a ellos con simbologías que pueden suponer catarsis dolorosas como
los alfileres de perla blanca y los forros blancos que recuerdan el tul de un
traje de bodas, para construir las alas de mariposa de la libertad, dan fe de
esa capacidad de síntesis de la tragedia.
Portero es de esas artistas que, deteniéndose en la parte
femenina del pensamiento y la experiencia, escapan a la moda del feminismo. Es
difícil, sin duda, que el artista cruce la cuerda del trapecio con el
equilibrio que requiere una reflexión sincera sobre los procesos emocionales de
la mujer sin caer en el tópico fácil y recurrente del feminismo tramposo del
que Marina Abramović ha
renegado en múltiples ocasiones. Para ello el proceso, un trabajo minucioso, en
el que cada elemento está meditadamente estudiado y experimentado, donde cada
material ha sido analíticamente sopesado, donde cada idea es la consecuencia de
días de reflexión, actúa como la metamorfosis interior de la crisálida. Y en
ese proceso también hay un cambio del modo de pensar, una evolución conceptual
que reinventa a la artista y a la persona. Jacques Lacan ya habló de la
capacidad del artista para constituir la obra al igual que la obra constituye al artista. Portero se
constituye con esta exposición, en la cual sus obras aparentemente sutiles y
poéticas ocultan una carga de intensidad contenida y energía, igual que el
espectador se reinventa, desde la lectura de sus objetos, fotografías y poemas,
en una mariposa reflexiva y crítica, de alas fuertes.